Reflexiones sobre la movilidad y la pandemia COVID-19.

Por: Luciano Acquaviva

 

Reflexiones sobre la movilidad y la pandemia COVID-19.

Existen un sinfín de frases armadas en torno al aprendizaje en tiempos de crisis, y podemos estar de acuerdo en que estamos atravesando una con la pandemia por el COVID-19. En los siguientes párrafos trataremos de aprender buscando algunas luces al final de este largo túnel que nos mantiene entre sus paredes.

El aislamento social, preventivo y obligatorio, puso en jaque nuestra forma de vida completa y en especial a cuestiones que teníamos conceptuadas como «normales», desde cómo trabajamos; cómo nos movemos; cuánto tiempo pasamos con nuestros seres queridos; hasta cuánta vida tenemos al aire libre o cuánto nos movemos, como para enumerar algunas. Sin dudas, estamos en un momento de introspección y de re-evaluación de estructuras como ningún otro.

Una palabra que está circulando en estos momentos es la resiliencia, aunque tal como lo mencionó en un conversatorio Joan Subirats, «resiliencia es la capacidad de resistir y volver a ese estado anterior añorado, pero en este caso, sabemos que no vamos a volver y no deberíamos volver a ese estado anterior si no pasar por un cambio o readaptación de la ciudad». Es que no deberíamos volver a un estado anterior que sabemos que esta llevando a crisis ambientales, sociales y económicas cada vez más frecuentes y con mayor intensidad. Sabemos que hay un camino que sí podríamos transitar y que busca ese triple impacto que es la sostenibilidad.

Ahora, para que nos quede algún aprendizaje y poder transitar este nuevo camino, es importante que nos enfoquemos en tratar de responder ciertas preguntas:

 

¿Podremos entender los beneficios ambientales de esta cuarentena y encontrar otras formar de relacionarnos con ella? ¿Notamos la disminución del ruido ambiental y la mejora de la calidad del aire en las ciudades?

Nos asombramos de ver notas periodísticas y videos de Whatsapp de todo el mundo sobre ríos o arroyos que ahora presentan aguas más cristalinas o animales silvestres que se están observando en las ciudades que ahora incluso dejan ver su horizonte en las fotos por la disminución del smog.

Esto es vital que lo asimilemos, y si nos centramos en el impacto de la movilidad, nos estamos dando cuenta cuántos viajes en auto podemos resolver en pocas cuadras caminando con un chango.  Tal vez ya no sea necesario que mostremos gráficas de la incidencia de los motores a combustión en la contaminación acústica y de la calidad del aire. Nos daremos cuenta, tal vez todavía a la fuerza, cuando no nos dejen subir al colectivo porque el cupo está completo, o no podamos circular en auto porque la ciudad esté destinando  más espacios para caminar y andar en bici en la calle manteniendo la distancia de seguridad (expresando así un deseo profundo), que podemos seguir evitando viajes, cambiando horarios para evitar los picos, o eligiendo formas distintas para movernos y así se logre al fin gestionar la demanda que está saturando las ciudades.  Se dice que un hábito se tiene que sostener al menos 21 días para poder ser internalizado y así aplicarlo a la vida cotidiana. Ojalá así sea con muchas de estas prácticas que estamos haciendo en comunidad.

 

¿Entendimos el rol del estado,  la comunidad y las decisiones individuales?

Como escuché decir a mi amiga y colega Mariel Figueroa «las personas y los gobiernos ahora entendieron la necesidad de primar una necesidad colectiva a la individual». A lo que agrego, que incluso a costa de una pérdida en el PBI y de la economía de cada familia ¿será que ahora es momento de volver a insistir con los beneficios de la movilidad sostenible? Convengamos que también estamos hablando de beneficios colectivos, pero a diferencia de la situación actual, ohh sorpresa, también hay beneficios en lo individual y en la economía!!!

Que buen aprendizaje es que el estado nos comunique que hay que planificar para que decisiones que se tomen ahora afecten al futuro. Ahora sí estamos todos y todas hablando de curvas, achatamientos,  tendencias o nos comparamos con otras ciudades. Es momento que esto se traslade a otras aristas y veamos estas proyecciones en términos de energía; movilidad; contaminación; calidad de vida; etc.

Así tendríamos también que analizar cómo planificar la reducción de otras muertes que tenemos normalizadas, como la siniestralidad que sólo en Argentina suma, según fuentes oficiales unas 7.000 muertes al año, y esto sin contar a quienes fallecen meses después luego de varias intervenciones, o los muertos por contaminación que en el país ni si quiera los tenemos contabilizados pero en Europa hablan de 12 veces más muertos por la calidad del aire que por siniestralidad.

Y si hablamos de decisiones individuales que afectan a la comunidad, ahora tal vez se entienda el lema de «una bici más / un auto menos» que no refiere a una riña callejera, sino de expresar una decisión individual que ayuda a la comunidad y que para cambiar al mundo tenemos que empezar a cambiar cada uno de nosotros.

 

¿Nos amigamos con las videoconferencias, el homeoffice, los pagos electrónicos y la logística de mercaderías?

Todavía no sabemos como será la ciudad pos pandemia, pero podemos atrevernos a suponer que la tecnología va a jugar un papel fundamental en la gestión de esta «nueva ciudadanía». Cuántos viajes nos estamos ahorrando con unos clicks y cuánto tiempo nos ganamos comprando desde casa o haciendo una videoconferencia. Todavía me cuesta entender que al 2020 haya colas para pagar impuestos o servicios.

En cuanto a la movilidad la mejor forma de mejorar la congestión, la mala calidad de aire, los siniestros y el mal uso del espacio público es evitando viajes, luego vienen todas las otras medidas, pero la más efectiva es reducir la demanda.

Si podemos adoptar algunas de estas medidas para nuestra vida cotidiana vamos a capitalizar beneficios personales y comunitarios. Para ello las empresas, instituciones o comercios tendrán que modificar estatutos y así toda documentación relacionada a las políticas de personal y relación a la comunidad y clientes. En este sentido, Sistema B es un buen ejemplo de hacia donde tienen que mutar las empresas.

 

¿Entendimos la importancia de los comercios locales y de la calidad del entorno en el barrio?

Dentro de la crisis económica que acompaña a la pandemia, y que nos va a estar esperando a la salida, si se puede rescatar algo de positivo, es el aumento del consumo local. Y con esto, el reencuentro o primer encuentro de muchos vecinos con el comercio de barrio, el que ahora además representa esa interacción con el otro. 

También podemos pensar en qué bueno sería que ese corto trayecto al almacén pudiera ser por el parque así de paso disfrutamos el paseo en un entorno más bucólico que el que remite el hormigón o asfalto de la calle.

¿Será este el momento tan esperado de retomar la escala humana y empezar a cambiar espacios de calle por espacio verde?

Tal vez la idea de Supermanzanas cuadre ahora y empecemos a ecualizar el uso de la calle bajando un poco los espacios destinados a los vehículos motorizados y repartirlos a la movilidad activa. 

Las Supermanzanas proponen recuperar la movilidad peatonal y ciclista local para realizar la mayoría de las actividades dentro del barrio, recuperar espacio urbano para el juego y esparcimiento y generar un entorno tranquilo con bajas emisiones y bajo nivel de ruido en gran parte de la población. Más detalle del funcionamiento y aplicación de Supermanzanas en https://ajuntament.barcelona.cat/superilles/es

 

Y por último una gran pregunta con algunas pocas pero no completas respuestas…

 

¿Cómo vamos a empezar a movernos nuevamente?

Ésta es tal vez, en cuanto a movilidad refiere, la gran pregunta de la actualidad.

Existe una gran incertidumbre de cómo va a impactar en la movilidad la salida de la cuarentena, con un transporte público que desde las autoridades máximas aconsejan no utilizar para evitar contagios y que está limitado aproximadamente a un tercio de su capacidad. El transporte púbico hoy está operando por debajo del 10 % en varias ciudades y sosteniendo servicios diarios, algo reducidos, pero con un gran gasto operativo que genera aún más déficit que el que traía antes de la pandemia. Por otro lado, tenemos al automóvil particular que nos tienta con una jaula de aislamiento personal.

¿cómo hacer para evitar que las calles se inunden de automóviles nuevamente y para que el sistema de transporte púbico que ya viene a los tumbos no caiga de más alentando así a alimentar el circulo vicioso del automóvil?

Es una GRAN pregunta que todavía no tiene respuestas concretas.

No obstante, se plantean acciones para evitar caer en la movilidad motorizada individual en muchas ciudades que están comenzando una transición para salir del aislamiento total. En este sentido, la NACTO (National Association of City Transportation Officials) redactó una caja de herramienta para ciudades para implementar políticas en realización al COVID-19 y que se pueden consultar en el siguiente Link

Muchas ciudades ya están implementado un plan de contingencia (en general por no tener la ciudad ya adtaptada) para prepararse para retomar las actividades y la movilidad de las personas.

Se está alentando a retomar la peatonalidad y los desplazamientos en bicicleta, por lo que están convirtiendo calles o delimitando carriles de circulación para la circulación de esta movilidad activa. A la vez que se limita el espacio de circulación y en algunos casos se comparte la circulación de vehículos motorizados a baja velocidad con peatones y ciclistas.

Éstas implementaciones se llevan a cabo tal como se venían haciendo algunas iniciativas de urbanismo táctico con elementos de bajo costo y un gran rapidez para ser ejecutados. Esto incluye conos de seguridad vial, vallas, maceteros, cinta adhesiva o pintura, entre otros. También es necesario colocar carteles de información sobre estas implementaciones, personal en  calle y comunicación en redes y otros medios de comunicación.

La Movilidad como Servicio (MAAS en inglés) que representa la movilidad individual compartida mediante Sistemas de Bicicletas, motocicletas o automóviles Compartidos, carpooling u otros servicios a la demanda,  son otras herramientas que si se brinda un cuidado en la higiene tanto por parte de los operadores de estos servicios como de los usuarios, es otra gran estrategia para evitar la problemática citada.

Se están dando a conocer muchas ciudades que están implementando medidas transitorias, en este cuadro se mencionan cientos de ciudades con algún tipo de medida de este tipo. Aunque, sin dejar de lado que la mayoría de estas implementaciones son déficit de redes ciclistas inexistentes; conexiones faltantes o promesas de planes ciclistas y peatonales no ejecutados o parcialmente completados, en buena hora se apliquen ahora y se puedan capitalizar estos beneficios para mejorar la movilidad activa y así al corto plazo descomprimir el transporte público y desalentar el uso del automóvil particular y al largo plazo poder materializar de forma definitivas estas redes que se adeudan a la sociedad.

 

 

Foto de portada: Juan Pablo Allegue